20 abril 2010

De cómo un venusiano acabó en Urano


El mundo siempre ha solido girar en estas fechas, sin embargo es el hecho de contrastar que el mundo gira más rápido últimamente lo que me hace estremecer. Mentiría si dijera que vi un segundo dilatarse como siete, no los vi así, sólo sé de verlos consumirse cual estrellas fugaces, aunque tan leves y susurrantes, pasando de puntillas detrás mío, que no ha a deseos de hojaldre y mazapán.

Correr de frente, correr en cinta viendo alejarse el horizonte, correr en círculos persiguiendo esa cola que se volvió inalcanzable, pero siempre corriendo y nunca llegando a ningún lugar. Tampoco un ejercicio de atrofiada memoria me dio mejores respuestas sobre un posible destino, sobre una meta. Simplemente la sensación de haber comenzado un día este esprint amnésico, esta caótica travesía hacia el club de la soledad del corredor de fondo.

A estos pinchazos que azuzan mi corazón les hablo para ver si buscan conversación, si algo se les perdió ahí abajo, si es que acaso ellos también corren sin saber por qué. Poco saben de hablar estas agujetas del sentir más que de que les hablen, de escuchar más que de ser escuchadas, total la vista se les cansó por mirar fijamente la vida, ¿qué otra cosa les queda si no?

En todo este lapso de maraton en círculos concéntricos creo que mi vida siguió tras de mí. Siento atenazado mi ser si de volverme Eurídice no estuviera ahí, si al volverme todo se desvanece. Si mientras todo se evapora no me da tiempo a recoger los fragmentos de mis sueños y las fotos de las tardes de verano.

El tiempo se agota, yo corro, el tiempo corre, yo, también me agoto.

1 comentario:

Anilla dijo...

Ese gustico por poner tantos matices en la comparación de tu carrera vital con una carrera cualquiera me ha dejado patidifusing ^^.
Gracias por hacerme volver a deleitarme con tus pequeñas confesiones-maravillas..

Y desde aquí te pido permiso para guardarme alguna en mi libreta de palabrejas latentes.

Un besazo cielete :)