02 febrero 2007

Camino a Delfos

No sé en qué le fallo al mundo, qué quiere el mundo de mí que yo no soy capaz de ofrecerle. Todo gira tan rápido, tan vertiginoso y enajenado que no soy capaz de seguir las líneas que me traza la vida.

Quizá mi huidiza carrera del audaz dolor sea una de las posibles causas de este agónico vagar errático y desalmado. A veces me cuesta, a veces me cuesta incluso vivir.

Con esa maldición a cuestas de la imposibilidad de encontrarme a mí mismo, de ofrecerme lo mismo que ofrezco con solvencia a los demás. La maldición del consejero que es incapaz de aconsejarse a sí mismo, que es incapaz de dar sentido a su vida. Frustración, impotencia, resignación,…

¿Acaso en Delfos hallaré mis respuestas? 

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