19 mayo 2006

Aquello que no se ve

Siempre que uno cubra sus ojos y los deje un tiempo en la penumbra podrá comprobar la magia que en muchas ocasiones nos oculta la visión. Cuando uno carece, aunque sea temporalmente, del sentido de la vista sus demás sentidos especialmente el oído y el tacto se realzan, cobran una nueva e inusitada vida que antes no tenían.

La visión es ese sentido que nos hace quedarnos en el físico antes de llegar al interior de todas las cosas, sobretodo del interior de las personas. Como nos pasa con las frutas nos hace quedarnos en su aspecto externo antes de siquiera haber podido probar de su dulzura oculta.

Ante esta carencia visual, el oído es el gran protagonista entre los sentidos, él maneja los estímulos que nos llegan de fuera, él maneja voz tras voz, esa voz que nos lleva al pequeño tesoro escondido de cada persona. Sin prejuicios, clasificaciones, ni demás obstáculos que nos impidan disfrutar de esa persona que está enfrente nuestro.

El tacto, el otro sentido protagonista, te permite recorrer mágicos terrenos sin la necesidad de acompañarlos con la vista, descubrir toda la magia que se esconde en el cuerpo de quien tienes enfrente apreciando con intensidad cada cm de su piel, de su ser.

Aunque la vista nos dé el placer de poder contemplar un cielo estrellado o unos bellos ojos, siempre habrá muchas estrellas o muchos tesoros que estén mucho más allá de su alcance…

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