24 mayo 2006

Jekyll y Hide

¿Cuánto puede una persona cambiar por amor? ¿Cuán diferente puede ser de estar desolado por la soledad a estar en éxtasis pasional? El amor realmente es esa fuerza que mueve el mundo, que mueve todas esas montañas utópicas de mover cada día. Tal es su magnitud que el amor es el juez supremo que condena a la felicidad o la soledad inmensa.
Asombra el poder de una palabra de la persona amada, esas palabras ansiadas, sanadoras, que hacen que tus ojos se tornen color felicidad y busquen hacer cada día más feliz a esa pequeña personita que camina a tu lado y cuyo único objetivo también es el de hacer que cada día de tu vida sea un sueño, que cada día sea el más feliz, que exista cada segundo, que el tiempo logre detenerse a cada instante y que besarla tras mirarla a los ojos sea el codiciado tesoro de cada día.

Junto a esa persona especial, esa persona cuya voz es tan melódica que no deseas que pare nunca de hablar, de contarte su día a día, que no querrías que jamás dejara de abrirte su corazón. Esa persona especial cuyo tiempo a su lado no pesa y nunca te cansas de estar a su lado.

Amar, ese sentimiento único, compartido, especial y cuyo nombre ya provoca los escalofríos de quienes lo han sentido y vivido con intensidad. Amor ese juez de la vida que concede el paso a la felicidad.

19 mayo 2006

Aquello que no se ve

Siempre que uno cubra sus ojos y los deje un tiempo en la penumbra podrá comprobar la magia que en muchas ocasiones nos oculta la visión. Cuando uno carece, aunque sea temporalmente, del sentido de la vista sus demás sentidos especialmente el oído y el tacto se realzan, cobran una nueva e inusitada vida que antes no tenían.

La visión es ese sentido que nos hace quedarnos en el físico antes de llegar al interior de todas las cosas, sobretodo del interior de las personas. Como nos pasa con las frutas nos hace quedarnos en su aspecto externo antes de siquiera haber podido probar de su dulzura oculta.

Ante esta carencia visual, el oído es el gran protagonista entre los sentidos, él maneja los estímulos que nos llegan de fuera, él maneja voz tras voz, esa voz que nos lleva al pequeño tesoro escondido de cada persona. Sin prejuicios, clasificaciones, ni demás obstáculos que nos impidan disfrutar de esa persona que está enfrente nuestro.

El tacto, el otro sentido protagonista, te permite recorrer mágicos terrenos sin la necesidad de acompañarlos con la vista, descubrir toda la magia que se esconde en el cuerpo de quien tienes enfrente apreciando con intensidad cada cm de su piel, de su ser.

Aunque la vista nos dé el placer de poder contemplar un cielo estrellado o unos bellos ojos, siempre habrá muchas estrellas o muchos tesoros que estén mucho más allá de su alcance…